viernes, 24 de septiembre de 2010

Mi amiga Ephemeridae.

En los días difíciles, en aquellos días donde me siento solo y un poco triste, suelo recordar a mi amiga Ephemeridae, la mosca. Ese es el problema de tener amistades que solo viven un día, aunque no me arrepiento en absoluto de aquella amistad. La conocí en el mercado de alimentos de mi barrio, precisamente en el puesto de venta de pescado. Ya la primera vez que la vi supe que era diferente, no se como decirlo, quizás la palabra que estoy buscando es “especial”. Trazaba elegantes círculos en el aire sobre una bandeja de salmón rosado, lo cual me dio a entender que tenía buen gusto y que era un ser refinado. Luego sucedio algo que me hizo valorarla aún más, si cabe. Cuando el pescadero se percató de la intromisión de mi amiga en su territorio, sin el mas mínimo escrúpulo y piedad lanzó un trapo sucio para ahuyentarla, que la mosca esquivó con una maniobra tan sutil y elegante que termino ganando por completo mi admiración. Antes de que el insensible comerciante pusiera en grave riesgo la vida de Ephemeridae atrape delicadamente a la mosca entre mis manos haciendo hueco y me la lleve a casa. Una vez allí rebusque en mi nevera algo que pudiera servir a tan ilustre invitada y por fin me decidi por un nada despreciable frasco de caviar de segunda categoria que guardaba para ocasiones especiales. Ella parecio notar que el caviar era de los baratos, pero en otro acto que la enaltecía ante mis ojos se lanzo a comer como si fuera el producto más raro y caro que pudiera exisitir. ¡Qué alma más generosa y humilde! Nos pasamos la tarde conociendonos, yo contandole cosas de mi vida y ella tambien, a su manera. Zumbaba de una forma que yo nunca antes había oído, y eso que si hay algo que un ser humano no puede negar haber visto u oído alguna vez es a no una, sino a cientos de miles de moscas. Pero Ephemeridae era unica desde todos los puntos de vista, como por ejemplo sus alas tan transparentes y delicadas como la seda, o su cuerpecito negro que lanzaba pequeños reflejos violetas, o qué decir de sus multiópticos ojos de decenas de colores moviles y espejados. Le mostre mis cosas preferidas, mis fotos familiares, salimos a pasear como los buenos amigos que eramos, vimos una pelicula juntos y ya tarde nos fuimos a dormir. Yo tuve un hermoso sueño en el que Ephemeridae era mucho más grande que yo así que yo me subía a sus alas y nos ibamos juntos a surcar los cielos como si el mañana no existiera. Al despertarme por la mañana el malestar y la tristeza me inundo por completo, ya que ambos sabíamos que en poco tiempo todo se terminaría. Con el fantasma de su muerte flotando entre nosotros, pasamos las siguientes horas disfrutando de nuestra compañia sin pensar en nada más. En un momento dado de la tarde fui a la cocina a buscar algo de comer a mi amiga, que ya se encontraba algo débil al afrontar los últimos minutos de su vida. Al regresar al salón, Ephemeridae se encontraba en el marco de la ventana, observandome con una mirada triste que solo podía significar un adiós. Ella quería ir a morir a algún lugar sola, quería ahorrarme el sufrimiento de contemplar su agonía, quería que la recordara tal cual era. Y yo lo respetaba. Levanto vuelo con sus últimas fuerzas y nunca más la volví a ver.

1 comentario: