viernes, 24 de septiembre de 2010

La vida frente a sus ojos.

La historia de Benito es muy triste, quizás de las más tristes que conozco. Una mañana de invierno como cualquier otra este hombre se encontraba esperando a cruzar una avenida muy peligrosa de la ciudad. El semaforo mostraba uno de sus ojos brillantes, el rojo, en todo su esplendor. Pero Benito creyó que como no se aproximaban coches podía cruzar corriendo la avenida sin grandes riesgos. Cuando llevaba recorrido la mitad del camino cuan grande fue su sorpresa al ver una decena de coches devorando metros a una velocidad pasmosa en dirección hacia él. Y aquí viene la parte interesante de esta historia. Benito, al igual que infinidad de seres humanos antes que él, vio pasar su vida entera ante sus ojos en escasos y preciosos segundos. A saber: la primera vez que montó una bicicleta sin ayuda, el beso robado a aquella compañerita del colegio, el tremendo golpe que se dio a los quince años al tratar de saltar una valla en un parque, el bofetón que le dio su padre por llegar una hora mas tarde de la prometida y el día que murió mientras dormía su abuela Pepa. Afortunadamente Benito logró cruzar la avenida sin más complicaciones que un gran susto, pero desde aquel día podemos verlo ir y venir de una acera a la otra del mismo lugar tratando de volver a encontrarse en aquella peligrosa situación una y otra vez, todos los días. Lo unico que este hombre pretende, y es lo que me rompe el corazón en esta historia, es volver a presenciar ese momento en el que el espectaculo de su vida desfila ante sus ojos, tan solo para poder ver una vez más el dulce rostro de su madre abriendo las cortinas de su cuarto aquella mañana en la que murió.

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