viernes, 24 de septiembre de 2010

Malas noticias.

¡Qué grande fue mi sorpresa al ver mi cuerpo sin vida en mi televisor aquella mañana invernal! En mitad de la tarea de untar con mermelada de fresas mi pan tostado me quedé paralizado al ver las noticias: ¡Se suicida un hombre lanzándose desde un puente al río! Y no es que me haya sorprendido que un hombre acabara con su vida, ya que eso sucede a diario en todas partes y es un hecho completamente normal, como la llegada de las estaciones, los impuestos, las huelgas y los conciertos de despedida de los Rolling Stones. Lo que me había dejado congelado es ver a los buzos sacar mi cadáver del agua y subirlo a un bote. ¡Sí, ese era yo! Estoy seguro de ello. Ese era mi rostro, aunque es verdad que estaba un poco morado e hinchado, pero era inconfundible esa barba de tres días y el pelo blanco enmarañado. ¡Qué diablos! ¡Ese era mi pijama azul de rayas blancas! ¿Cómo pude haberme suicidado tirándome de un puente y no me di cuenta? Y es que la televisión no miente. ¡Nunca! Anunciaron cuando el hombre llegó a la luna, cuando dimitió Nixon, la vacuna contra el SIDA y el matrimonio en secreto de Liz Taylor y su perro, ¡no pueden estar inventándose mi muerte! ¿Y quién soy yo para contradecirles? Tome mi abrigo y mi sombrero del perchero de la entrada de mi casa y salí de inmediato hacía el puente que atraviesa el río a escasos metros de mi casa.
Pero no pude materializar mis intenciones. Cuando estaba ya subido a la barandilla dispuesto a lanzarme al vacío un grupo de paseantes se lanzó sobre mí y me arrastró a lugar seguro. Unos minutos después una ambulancia me llevó a un hospital y cuando confirmaron mi perfecta integridad física me trasladaron a un psiquiátrico alejado de la ciudad ya que mi integridad mental no parecía estar en tan buena forma.
Hoy en día comparto habitación con un pobre hombre que un día cualquiera descubrió que había ganado el premio Nóbel de literatura al ver las noticias de las seis.

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