lunes, 11 de abril de 2011

¡SORTEO DE UN EJEMPLAR DE DOMINGUS!



Hola a todos mis lectores presentes y futuros, les cuento que he decidido sortear un ejemplar de mi primer novela, Domingus, entre los seguidores de este blog ( solo residentes en España ). El ganador recibirá un ejemplar dedicado sin costos de envio al domicilio que indique. El unico requisito para entrar al sorteo es hacerse seguidor de mi blog y dejar un comentario con vuestro nombre y correo electronico para poder notificarles si son elegidos.

En fin, eso es todo. El dia lunes 9 de mayo se dará a conocer el ganador del sorteo. Mucha suerte a todos y espero que les guste mi blog.


Carlos Exequiel Polimeni

Por fin ha llegado el dia, tengo el agrado de anunciar que el ganador de un ejemplar de Domingus firmado es Manuel Seoane. Enviare un correo al ganador para notificarle y para que me diga a donde quiere que le envie el ejemplar. Gracias a todos por participar, lamento que no haya tenido el sorteo el impacto que yo esperaba, pero si al menos 2 o 3 personas se han unido a este blog y han leido algunos relatos ya me siento conforme. Gracias otra vez y hasta la proxima!

miércoles, 15 de diciembre de 2010

¡PUBLICADA MI PRIMER NOVELA, DOMINGUS!




 ¿Que pensarias si un dia, cuando menos lo esperas, la vida que conoces se desmorona dejando ver detras otro mundo completamente diferente e inverosimil, lleno de criaturas y paisajes increibles, aventuras nunca imaginadas y personas que cambiaran para siempre tu existencia? Pues probablemente que te has vuelto loco, ¿o quizas no? Domingus, ¿realidad o fantasia?

Ya pueden comprar mi novela pinchando en la portada del libro.

sábado, 2 de octubre de 2010

De musas sin sentido de la oportunidad.


Se dice que todos los artistas tienen una musa que les inspira y conduce hacia sus grandes creaciones. La de Oliverio Martinez, de profesión escritor, era la que menos sentido de la oportunidad tenía. En este punto cabe explicar que la musa de Oliverio se materializaba en forma de una pequeña hada, como para otros puede ser una libélula, una castaña o un personaje histórico ya muerto. Esta criatura adorable asaltaba al escritor en momentos en los que claramente no podía sacar provecho de una inspiración, sea porque estaba ocupado con otra cosa, porque no tenía con qué escribir o la situación no era la más adecuada. Por ejemplo, una vez él se encontraba semi sumergido en su bañera contemplando los dedos de sus pies cuando su musa irrumpió exclamando: “¡Lo tengo! ¡Tengo una idea que te llevara directo a la lista de bestsellers!”. Tal fue el susto que Oliverio casi se ahoga al tragar de golpe agua con espuma de jabón. En otra ocasión el autor se hallaba recostado en el sillón de su dentista, con la boca babeando y adormilada, mientras le extraían una muela terriblemente rebelde. Ese sí que fue un momento desagradable y peligroso, porque al aparecer de golpe el hada gritando histericamente “¡Esta es buena! ¡Esta es buena! Tienes que creerme Oliverio!”, el escritor cerró la boca de golpe atrapando entre sus fauces los dedos del dentista, no antes de que éste le clavara el torno en la encía por la sorpresa. Y cómo olvidar aquella vez en la que Martinez disfrutaba de uno de esos pocos asuntos en los que la privacidad, el silencio y la concentración son altamente recomendables para cualquier alma que desee vaciar sus tripas. Pues sí, justo frente a sus ojos, con un estallido de rayos de colores y serpentinas a granel como era su costumbre, la musa lo cojio por una de sus orejas y comenzó a gritarle: “¡Oliverioooooooooooo! ¡El exito llama a tu puerta, no puedes evadirte más!”. Pero cuando se dio realmente cuenta el escritor de que debía ponerse a escribir y quizás seguir las recomendaciones de su musa, fue en una noche en la que dormía profundamente hasta que un cosquilleo en la punta de la nariz le hizo despertarse y abrir los ojos. Lo que vio exactamente fue el filo de un gran cuchillo de carnicero pendiendo sobre su cara y en el otro extremo lo sostenía con sus pequeñas manitas la adorable criatura mientras murmuraba: “Escuchame atentamente Oliverio. Vas a ponerte a escribir ya mismo lo que te diga, sin demoras, para que yo pueda irme de una vez de vacaciones. Y te recomiendo que no pongas peros ni excusas como siempre porque este condenado artefacto pesa demasiado y no se cuánto más podré sostenerlo”.
Una semana más tarde el talentoso escritor Oliverio Martinez entregaba a su editor una pila de papel manuscrito que serviría para publicar hasta el fin de los tiempos.

martes, 28 de septiembre de 2010

El río del tiempo.

Se encontraba un anciano observando el correr del río del tiempo, sentado a orillas del mismo, cuando un hombre se acerco por detrás y cortésmente le consultó:
- Disculpe buen hombre, ¿Qué es lo que hace exactamente?
- ¿No lo ve? Tan solo veo pasar el tiempo frente a mi, nada más.- respondió sorprendido el viejo, escrutando el rostro del extraño al tiempo que trataba de adivinar si estaba loco o simplemente perdido.
- Pues yo no veo nada, no sé realmente a lo que se refiere con eso. Tiene frente a usted un río como cualquier otro, un poco lleno de desperdicios pero nada especial.- comentó el hombre devolviendo la misma mirada de sorpresa e incredulidad.
- ¿Desperdicios? Eso que usted llama basura es la materia de la que esta hecha el tiempo, recuerdos de la infancia, sueños, esperanzas, dolor. Mire..- cojio de la mano al extraño y con la otra capturó un libro que arrastraba la corriente frente a ellos.- Esto que ve aquí es el diario intimo de una muchacha que estaba enamorada de un primo pero que tuvo que renunciar a ese amor antes de que la consumiera.- luego de lo cual arrojó el libro al río que al instante lo devoró. Luego señaló algun punto entre las aguas a unos metros de donde se encontraban.- Y eso de allí, ese cofre pesado con el que la corriente juega como si fuera de papel, ahí guardaba todos sus trucos el mayor mago de todos los tiempos.- Y así continuó el anciano, describiendo al azar decenas de objetos que el río del tiempo arrastraba sin compasión ni pausa, a destinos que nadie conocía, dado que nadie sabe a dónde va a parar el tiempo perdido.
Aquel hombre no terminaba de creer lo que el viejo le relataba, hasta que algo en la distancia llamó poderosamente su atención. Era un triciclo rojo un poco deteriorado al que le faltaba una rueda y en cuyo manubrio destacaban una pequeña bocina y largas cintas de tela de varios colores vivos. El extraño se llevó una mano a la boca tratando de contener un grito de sorpresa que tenía sus orígenes en recuerdos de su infancia enterrados profundamente en su memoria. Una tarde de sol, las hojas otoñales rozando suavemente el suelo por obra de una dulce brisa, el sonido de niños riendo de alegría y esa sensación de que el mundo podía ser todo tuyo si peleabas por él. Solo hacía falta subirse al triciclo y pedalear con fuerza hasta donde los caminos se pierden en el horizonte.
Cuando el anciano comprendió lo que sucedía ya era tarde, el hombre se había lanzado al agua y nadaba con todas sus fuerzas luchando ferozmente contra la corriente. Al llegar al triciclo se abrazó al él con una expresión de triunfo en su rostro que el viejo nunca olvidaría. En apenas unos segundos las aguas del tiempo tragaron al hombre con su tesoro y nunca más se supo de él. Una vez repuesto de la impresión, el anciano volvió a sentarse a orillas del río mientras murmuraba: “Muchos matan el tiempo, pero esta vez podríamos decir que el tiempo lo ha matado a él”.

lunes, 27 de septiembre de 2010

A hombre regalado...

El incrédulo hombre miró al caballo sentado del otro lado del escritorio. Si, el que estaba sentado era el caballo, no el hombre. El pobre tipo estaba de pie con su sombrero dando vueltas entre sus manos y sin saber muy bien qué decir.
- ¿Y bien? ¿Qué desea?- dijo al fin el caballo, con mirada tranquila mientras ponía ambos cascos sobre el mostrador. El hombre desvió la vista hacia la larga hilera de personas amordazas y encadenadas a la pared, justo detrás del caballo.
- Pu pu pues, he venido a alquilar un…- El animal acerco más el morro al cliente con gesto amenazante-… a alquilar una persona, pa pa para dar una vuelta por el bosque- tartamudeó el sujeto nerviosamente sin terminar de creer lo que había dicho.
- Muy bien, sígame por aquí- comentó el caballo mientras se ponía de pie y caminando en dos patas se acercaba a los humanos colocados en compartimentos llenos de paja y estiércol. A medida que iban pasando por los habitáculos el hombre creía notar las miradas de miedo y súplica en las caras sucias de los prisioneros. – Mire éste, observe qué cruz, qué formidable crin, ¡qué estupenda grupa!- Todas estas exclamaciones las acompañaba el caballo con golpes de sus cascos en las diferentes partes citadas, a lo cual el cliente se llevaba una mano a la boca tratando de contener un grito de espanto. Decidió elegir ese mismo ejemplar para que el animal no continuara con el martirio, pero el asunto no terminaba ahí. El caballo no se quedó satisfecho hasta que el hombre montó al pobre infeliz y dio unas vueltas por las caballerizas, animándole a que lo golpeara con la fusta todo lo que quisiera. Una vez el trato estuvo cerrado los acompañó hasta la salida y los siguió con la mirada hasta que se perdieron de vista entre los árboles del bosque.

viernes, 24 de septiembre de 2010

CROMAGNON + NEANDERTHAL = HOMO SAPIENS

Gork espiaba desde las penumbras de la cueva, entre los ronquidos y suspiros de aquellos seres diferentes a él pero en cierta forma ligados por un lazo invisible que no podía entender. Él, con su cuerpo robusto, casi completamente cubierto de bello, su pelo largo y su barba roñosa. Ellos, tan estilizados, ágiles, con su piel suave y mas clara. No podía evitarlo, se sentía atraído poderosamente por aquellas mujeres, tenía que poseer a una al menos una vez.
Notó un movimiento entre las pieles amontonadas, luego uno de ellos se arrastró entre los bultos y se dirigió a la salida de la caverna. Gork lo siguió sigilosamente hasta detrás de unos árboles y cuando el hombre comenzó a mear lo golpeó en la cabeza con una fuerza brutal. Se despertaría muchas horas después, o nunca. Lo suficiente como para que Gork concretara sus planes sin molestias.
Volvió a la cueva y fisgoneó en las sombras en busca del hueco que había dejado el infortunado entre las pieles, probablemente junto a su pareja. Gork olía mucho mas fuerte que ellos, así que temió despertarlos de un momento a otro y si eso sucedía estaría perdido, debía apresurarse. Encontró el lugar y levantando las pieles cuidadosamente se metió debajo junto a una hembra de caderas anchas que roncaba sutilmente. Estaba fuera de sí, al pasar sus manos sobre esa piel aterciopelada, esos cabellos casi rubios junto a su rostro, el olor sutil a hierbas por todo su cuerpo. La cogió por el pelo y con un movimiento brusco la arrastró hacía él y se le echó encima para penetrarla. Ella no pareció notar la diferencia entre su compañero habitual y ese rudo intruso de cuerpo pesado y olor a animal salvaje que la montaba con un salvajismo y lujuria poco común.
Toda la ceremonia duro no más de tres minutos. Gork se durmió profundamente hasta por la mañana y cuando aún nadie había notado su presencia abandonó
la caverna sin dejar rastros. Nueve meses después la tribu contaba con un nuevo miembro que llevaba en sus genes la mezcla de dos razas que no volverían
a verse las caras nunca más.

Cosas que a lo mejor pueden encontrar los 33 mineros chilenos atrapados a 700 metros de profundidad. Opcion Tres.

Se encontraba Raul caminando por los túneles sin más que hacer que pensar en todo lo que haría cuando saliera de allí en unos meses, cuando al doblar en una esquina casi choca con otro minero que se hallaba de pie contemplando la pared de roca.
.- ¿Qué demonios haces Miguel? Observas la pared como un idiota...
.- Mira eso - respondió Miguel señalando algún punto indeterminado frente a él. - Se filtra luz por ese agujero que he hecho con el dedo.
.- ¿Eh, dónde?- preguntó Raul al tiempo que escrutaba la oscuridad más por compromiso que por esperar realmente que saliera luz por un agujerito en una pared de roca en un túnel a 700 metros de profundidad. Su compañero se puso tan impaciente que agarro la cabeza de Raul con ambas manos, como si cojiera un balón al que quisiera patear lejos, y le acerco los ojos a escasos centimetros del supuesto agujero. Y sí, efectivamente salía una tenue luz a interbalos irregulares, además de una suave corriente de aire que al minero le recordaba los veranos que pasaba en Valparaíso.
Al parecer Miguel deambulaba sin propósito aparente por los túneles, deporte que se había hecho muy popular entre los mineros, cuando le pareció oír un rumor de olas detrás de una de las paredes. Apoyo su oreja contra la roca húmeda y fría y esa impresión se acentuó más aún. Pero como el ser humano necesita ver para creer y tocar para tener una segunda opinión, Miguel comenzó a hurgar con el dedo y ante su sorpresa éste se hundió completamente sin resistencia. Y en eso estaba cuando llego su compañero, el cual no conforme con lo hecho hasta el momento por Miguel comenzo a su vez a agrandar el pequeño agujero primero con un dedo, luego con dos y cuando ya pensaba usar las dos manos todo un fragmento de pared se desplomó por completo frente a ellos.
Una vez disipado el polvo, ambos mineros no daban credito a sus ojos porque lo que contemplaban desafiaba cualquier lógica posible. Era una caverna inmensa que contenía un océano sin fin aparente, una masa de aguas revueltas que iban a romper en unas playas de arenas blancas. Un cúmulo de nubes no dejaba ver el techo y detrás de ellas brillaba una luz de origen desconocido. De entre un bosque de hongos gigantes salieron tres hombres arrastrando una precaria balsa que colocaron cerca de la orilla. El profesor Lidenbrock, su sobrino Axel y su guia Hans subieron a la barca y se hicieron a la mar, esperando continuar sin más obstáculos su viaje al centro de la tierra.

Cosas que a lo mejor pueden encontrar los 33 mineros chilenos atrapados a 700 metros de profundidad. Opcion Dos.

El ser humano ha demostrado en incontables ocasiones su capacidad para amoldarse a todo, su innato talento para acomodar su entorno a unas condiciones más favorables para él y su espíritu de superación sin limites. Por eso, menos de 24 hs después de quedar atrapados a 700 metros de profundidad, los mineros ya sabían donde comerían, donde dormirían y por supuesto, donde estaría el baño. Y allí estaba precisamente Fermín, haciendo lo que nadie más podía hacer por él y deseando con toda su alma poder leer el periódico del día, dado que se aburría terriblemente. Pero hay momentos en los que la vida sabe darnos en qué entretenernos, y en este caso supo darle al minero más de lo que hubiera deseado para entretenerse.
Cuando lo vio por primera vez casi lo tenía a escasos metros de él y lo sorprendió de tal forma que poco hizo falta para caerse de culo dentro del agujero sobre el que se hallaba en cuclillas. Era uno de esos hombrecillos de baja estatura, un duende, de los que se ha oído hablar toda la vida en los cuentos infantiles, historias populares y alucinaciones por consumo de psicotropicos. Llevaba en sus manitas un pequeño saco que tintineaba con cada sacudida. El pequeño gnomo no hizo el menor caso de Fermín y en una rapída maniobra se lanzó de cabeza por el agujero de una letrina ubicada a escasos pasos del sorprendido minero. Este, devorado completamente por la curiosidad, terminó con lo que le ocupaba y se acerco con cuidado a la letrina por la que había desaparecido el hombrecillo. Con una linterna intentaba adivinar entre la penumbra qué había mas allá de lo aparente, pero comprendió de inmediato que si quería saber a donde conducía ese hoyo debía investigar hasta las últimas consecuencias.
Primero una pierna, luego la otra, y haciendo presión con sus brazos logro colarse de a poco hasta que la negrura lo absorbió por completo, literalmente. Era como si una aspiradora gigante lo hubiera succionado sin hacer el más mínimo ruido, para escupirlo segundos después en una espcie de caverna pobremente iluminada con unas antorchas a un metro del suelo. Notó una corriente de aire a sus espaldas y al darse la vuelta vió una puerta cerrada por cuya cerradura se colaba un haz de luz titilante. Caminando en cuatro patas, dado que el techo estaba a no más de metro y medio del suelo, se aproximó a la puerta y la abrió con dedos temblorosos.
Cientos y cientos de estanterías se perdían hasta el infinito, en medio de multitud de enanos pululando de aquí para allá, con sus pequeñas bolsas donde metían las manitas y sacaban bolígrafos, paraguas, llaves, mandos a distancia, teléfonos moviles y un sin fin de elementos que el ser humano viene perdiendo desde los comienzos de la civilización. Ahora Fermín sabía a donde había ido a parar aquel cd de los Rolling Stones cuando tenía veinte años.

Cosas que a lo mejor pueden encontrar los 33 mineros chilenos atrapados a 700 metros de profundidad. Opcion Uno.

Se miraron uno al otro con sus facciones sucias llenas de asombro e incredulidad. Después de un mes atrapados a 700 metros de profundidad, la desesperación, el calor y la humedad, cuando creían que solo quedaba enfrentarse a largos meses de espera y aburrimiento, aparecía esa puerta que quién sabía de dónde había salido. Se encontraba al final de uno de los tuneles, detrás del deposito de herramientas, en una zona oscura donde pocos habían metido sus narices en todo el tiempo que llevaban allí. Y ahora ellos dos, Juancito y Ramoncete, mientras buscaban un mazo para apuntalar un tabique, dieron con aquella abertura extraña en la pared.
Era como una boca oscura, desdentada y aullante, que los invitaba a adentrarse en las profundidades de los misterios que guardaba. Los dos mineros no sabían si avisar al resto de sus compañeros o emprender por sí solos una rápida expedición, quizás no fuera nada por lo que valiera la pena preocupar más de lo que ya estaban a los otros 31 pobres hombres.
Juancito agarro fuertemente la lampara y fue el primero en atravesar el umbral de las oscuras fauces, Ramoncete le seguía casi pisándole los talones y lanzando miradas de pavor a todas las sombras proyectadas en las paredes rocosas. Luego de caminar semiencorvados durante media hora un espantoso olor a azufre les dio en plena cara, pero lo que vieron les dejaría una marca en su memoria mas profunda que la que sufrirían sus sentidos.
Frente a ellos se exhibía el espectaculo mas grotesco y aterrador que el ser humano pudiera imaginar nunca. Una cueva tan inmensa que los ojos no podían vislumbrar final, dividida en tres recintos bien definidos. En uno se podía apreciar un río de sangre hirviendo donde chapoteaban seres con sus rostros deformados por la ira. En otro toda una flora marchita y seca suspiraba y gemía como si cada tallo albergara un alma que clamaba paz. Y en tercer lugar un desierto donde cientos de miles de individuos corren buscando refugio, mientras una lluvia abrasadora les erosiona de forma insistente la piel, los ojos y toda esperanza.
Los mineros chilenos habían tenido la desgracia de echar un ojo al séptimo circulo del infierno de Dante, donde los violentos, blasfemos y sodomitas pasan la eternidad pagando por sus pecados.

La chica asesinada en Seseña agonizó durante tres días.

La niña observa el cielo desde el fondo de la cantera de yeso. Cómo se mueven lentamente las nubes, la infinidad de formas que sugieren, algunas típicas como una oveja o un pájaro y otras mas extrañas como un puñal y tres adolescentes rabiosas. Trata de moverse pero le duele mucho la cabeza, lagrimas de desesperación ruedan por sus sonrojadas mejillas. Y un torrente de sangre fluye por su muñeca, creando un barrial bajo su cuerpecito que la hace sentir mas incomoda aún, sintiendo cómo el frío invade somnolientamente su alma. Aunque quiere gritar sus labios morados solo producen un débil susurro, pide al cielo poder ver a su madre una vez más para poder abrazarla muy fuerte y así quizás poder evitar que la negrura la devore. Le hubiera gustado disfrutar de su adolescencia, besar a ese chico que le tira del pelo en el colegio porque no se atreve a decirle que le gusta. Ir a la universidad para estudiar lo que siempre quiso y contribuir a que el mundo sea un lugar mejor para todos. Le hubiera gustado encontrar al hombre de su vida y casarse, tener dos o tres hijos a los que les daría todo el amor posible y cuidaría de ellos para que no les sucediera nunca lo que a ella. Y luego llegar a la vejez para poder jugar con sus nietos, hacerles regalos y llevarlos a pasear, para poder llegar al final de su vida y morir rodeada de sus seres queridos, apretando fuertemente una mano que tanta falta le hace en ese pozo frió... Cristina sueña sobre estas cosas y muchas más durante casi tres días, hasta que exhala su ultimo suspiro en unas condiciones en las que nadie en este mundo debería morir.

Un pulpo en un acuario aleman vaticina el resultado de partidos de futbol.

Esto es una vergüenza, una humillación. Yo, que soy la reencarnación del temible Kraken. Que he aterrorizado océanos enteros durante milenios. Que he capturado con mis poderosos tentáculos cientos de embarcaciones y las he arrastrado a las profundidades de mis dominios. Yo que en innumerables ocasiones he causado remolinos abismales donde flotas enteras encontraban la perdición. Que he sido retratado cientos de veces para asustar a la humanidad y formado parte de decenas de inquietantes historias para prevenir a los que se hacían a la mar. ¡Yo, el gran Kraken! Ahora me encuentro aquí, en este minúsculo espacio en un acuario, atrayendo a multitudes de curiosos, periodistas y fotógrafos, todos esperando ansiosos a que escoja una caja u otra, decoradas con extraños colores y figuras. Todo por una miserable almeja, cuando años atrás todas las criaturas del océano eran ¡mías! Está bien, lo haré una vez más, todo sea por recuperar un poco de aquel respeto y admiración de las viejas épocas. Algunos me llaman Paúl, pero a mi me encantaría que me vuelvan a llamar El Kraken…

EEUU desmantela una red de espias rusos.

Sergei estudiaba atentamente los souvenirs de la estatua de la libertad, sin decidirse entre uno convencional u otro que mostraba a la figura levantándose la falda para mostrar sus piernas. Su querida esposa Olga no cesaba de sacar fotos a cuanto veía a su alrededor: coches, edificios, anuncios luminosos y sobre todo a personas de color, ya que en sus 80 años de vida nunca había visto ninguna cara a cara. No, en Moscu no las había. El resto del grupo de jubilados rusos de visita en Nueva York hacían mas o menos lo mismo, comprar y sacar fotos, hasta que les llamó la atención unos hombres vestidos de negro que forcejeaban con Vladimir, el diminuto maestro de escuela retirado de San Petesburgo.
En pocos segundos sobrevino el caos. Sergei no paraba de aporrear con su bastón a los agentes de FBI, en tanto que Olga cogía montones de souvenirs de metal pesado y los arrojaba sin compasión contra ellos. La esposa de Vladimir llegó a quitarse la dentadura postiza para convertirla acto seguido en objeto arrojadizo. La batalla parecía inclinarse favorablemente al bando de los ancianos pero la llegada de refuerzos del gobierno norteamericano dio un fin rotundo a la contienda y acabo con los huesos de los once jubilados en los calabozos destinados a espías extranjeros.
Horas después Sergei comentaría amargamente a su esposa: “Pensar que espere 50 años al fin de la guerra fría para poder visitar los Estados Unidos”.

Niña de 6 años en la lista de terroristas de USA.

La pequeña Alyssa comprobó que todos estuvieran dormidos para poder desplazarse por los pasillos del avión sin ser vista. Como precaución se había quitado sus pequeños zapatitos rosas, con lo que sus pisadas eran prácticamente silenciosas. La azafata estaba centrada en preparar las bandejas de desayunos para las próximas horas, así que no noto a la criatura de 6 años que cogía algo de un estante y se acercaba por detrás. Repentinamente la pobre mujer se doblo de dolor y cayo al suelo tomándose la pierna, donde tenia clavado un bolígrafo justo a la altura de sus gemelos. La niña se acerco a su rostro y le susurró: “Llévame a la cabina de los pilotos o el próximo te lo clavo entre los ojos, ¿has comprendido?”.
Presa del terror, la azafata se fue arrastrando por el pasillo central de la nave, dejando un reguero de sangre en el cual iba chapoteando con sus piececitos la pequeña terrorista, siguiéndola muy de cerca y murmurando amenazas espeluznantes. Se reía por lo bajo, recordando cómo pocas horas antes casi se venía abajo su plan en un control en el aeropuerto.

Un niño es el único sobreviviente en un accidente aéreo.

El niño miró suplicante a su madre al tiempo que se llevaba las manos a la entrepierna para que no se escapara nada. Su madre le desató el cinturón de seguridad mientras le decía:
.-Es la quinta vez que vas al baño, ¡deja de beber tanto refrescos! Esto es un avión, no puedes pasarte el viaje yendo y viniendo por los pasillos.
.-Lo siento mamá, ¡te prometo que es la ultima vez! Lo prometo, lo prometooo!
El muchachito bajó de su asiento y se dirigió apresuradamente hacia el final del pasillo pero cuando llevaba recorrido la mitad del camino a los aseos se oyó una explosión terrible y seguidamente una sacudida violenta lo lanzó por el aire hacia atrás. La aeronave descendía rápidamente y sin control. Decenas de bolsos y maletas volaban de un lado a otro, algunas azafatas se arrastraban por el suelo, los pasajeros gritaban presos del pánico y se cogían fuertemente de las manos de sus seres queridos. El pobre niño lloraba en un rincón sin entender qué sucedía a su alrededor, cuando sorpresivamente un chispazo seguido de un PLOF! dio lugar a que se materializara frente a él lo que podríamos dar en llamar un hada o criatura similar la cual lo agarró de una mano y luego de chasquear los dedos ambos desaparecieron del lugar. Un segundo después se encontraban bajo un frondoso árbol en medio de un bosque. El personaje fantástico tranquilizó al niño y prometió llevarlo sin demora de nuevo a su mundo. Chasqueó nuevamente los dedos y el bosque cedió su lugar a un campo de futbol completamente vacío. Pidió disculpas sonrojándose y repitió el mismo gesto mágico que los llevó a un vestuario de chicas en un club, un barco pesquero en medio del pacifico, a la cámara de senadores de la Republica del Congo y tres intentos después al escenario del accidente aéreo en Trípoli. El hada eligió un sitio apartado, levantó con facilidad un pedazo de metal chamuscado del avión y dejó al niño debajo hasta que llegara la ayuda.
Minutos después un equipo de bomberos encontró al chiquillo entre los restos de la nave en lo que se dio a conocer como un milagro sin precedentes: 103 personas habían muerto y solo un niño había sobrevivido.

Volcan islandés causa demoras en vuelos.

El dios nórdico que reina bajo las tierras de Islandia miró con furia a su hijo y este le devolvió una mirada de desafío que contribuyo a empeorar las cosas. Su madre lloraba de rodillas junto a la deidad, rogando por misericordia, tirando de las ropas de su marido y besando sus pies buscando el perdón para su joven niño.
.-Baldr, has desobedecido mis órdenes, aún sabiendo lo que eso significaría para ti.
.-Así es padre, y lo volvería a hacer mil veces más, pagaría ese precio aunque me arrancaras la piel a tiras para luego sumergirme en los ríos de lava que fluyen a lo largo de Asgard.
.- ¿Con que persistes en tu actitud insolente, niño malcriado? Tu castigo será peor que eso, abandonaras estas tierras para reunirte con esa mortal que dices amar, ¡y no volverás aquí jamás! .- sentencio Tyr golpeando ferozmente con su puño en su trono de oro.
Al oír estas palabras la pobre mujer que lloraba a sus pies dio un grito de dolor y perdió el conocimiento cayendo sobre el frío suelo del salón. El joven desterrado le dedicó a su padre por ultima vez un gesto de desprecio y se marchó dando largas zancadas que retumbaron por todo el reino.
Desde ese día el volcán islandés Eyjafjalla expulsa torrentes de lava, piedras y ceniza a los cielos como demostración del rencor que tiene la deidad hacia los mortales. No les dejaría coger un avión en mucho tiempo.

La vida frente a sus ojos.

La historia de Benito es muy triste, quizás de las más tristes que conozco. Una mañana de invierno como cualquier otra este hombre se encontraba esperando a cruzar una avenida muy peligrosa de la ciudad. El semaforo mostraba uno de sus ojos brillantes, el rojo, en todo su esplendor. Pero Benito creyó que como no se aproximaban coches podía cruzar corriendo la avenida sin grandes riesgos. Cuando llevaba recorrido la mitad del camino cuan grande fue su sorpresa al ver una decena de coches devorando metros a una velocidad pasmosa en dirección hacia él. Y aquí viene la parte interesante de esta historia. Benito, al igual que infinidad de seres humanos antes que él, vio pasar su vida entera ante sus ojos en escasos y preciosos segundos. A saber: la primera vez que montó una bicicleta sin ayuda, el beso robado a aquella compañerita del colegio, el tremendo golpe que se dio a los quince años al tratar de saltar una valla en un parque, el bofetón que le dio su padre por llegar una hora mas tarde de la prometida y el día que murió mientras dormía su abuela Pepa. Afortunadamente Benito logró cruzar la avenida sin más complicaciones que un gran susto, pero desde aquel día podemos verlo ir y venir de una acera a la otra del mismo lugar tratando de volver a encontrarse en aquella peligrosa situación una y otra vez, todos los días. Lo unico que este hombre pretende, y es lo que me rompe el corazón en esta historia, es volver a presenciar ese momento en el que el espectaculo de su vida desfila ante sus ojos, tan solo para poder ver una vez más el dulce rostro de su madre abriendo las cortinas de su cuarto aquella mañana en la que murió.

La casa en el arbol.

Quizás para algunos fue toda una sorpresa que Uberto haya construido un refugio sobre el árbol del fondo de su casa y se fuera a vivir allí, no sin antes retirar la escalera para que nadie más subiera. Pero para mi que lo conocía muy bien no fue para nada imprevisto. Hacía semanas que veía en su mirada el desprecio, el asco que tenía por todo el resto de nosotros. Al principio los más sorprendidos se acercaron a buscar respuestas, con sus caras de idiotas y sus brazos levantados con las palmas hacia arriba, como pidiendo la bendición de un dios furioso. Y la respuesta no se hizo esperar. Uberto se limitaba a asomar su cabeza por la barandilla de su casita en el árbol y luego desaparecía para regresar segundos después con bolsas de excrementos que arrojaba a los suplicantes más abajo. Era demasiado para soportar. No podiamos tolerar más esa expresión de desdén, ese fruncimiento de nariz como si todos nosotros olieramos mal y no las bolsas de desperdicios que nos arrojaba como quien da de comer a los cerdos. Está bien, quizás prender fuego al árbol fue ir demasiado lejos, pero al ver que ni aun así el muy canalla bajaba de ahí todos nos sentimos un poco menos culpables cuando su reino en las alturas se vino abajo hecho cenizas.

Venganza real.

Por el ventanuco del techo del calabozo entra un haz de luz de luna que casi santifica la escena que más abajo se desarrolla. Una princesa con el corazón destrozado acaricia dulcemente el pelaje espeso y negro de una bestia que ni las mentes mas perturbadas podrían imaginar en sus fantasías mas aterradoras. Una mole gigantezca de colmillos blancos y unos ojos pequeños pero llenos de locura y ansias de destrucción. Unas garras que podrían rebanar cuerpos humanos como mantequilla blanda, una fuerza descomunal que a duras penas pueden contener una infinidad de grilletes adosados a la pared. Pero ella solo tiene mares de cariño y bondad para aquella desdichada criatura. En los últimos meses ambos han sido victimas de las injusticias y malos tratos del rey, para la bestia en la forma de tremendos azotes y sanguinarias cuchilladas y para ella la no menos dolorosa indiferencia y humillación de un padre. Pero esa noche todo eso se iba a terminar. La princesa tomó los pesados grilletes y con la llave maestra que había robado a un guardia borracho fue abriendo una a una las cerraduras. Minutos después ya se podían oír los gritos de terror en los pasillos del castillo, aquella sería una velada sangrienta y muy larga para muchos, pero en especial para el padre que había mandado a asesinar al amante de su hija.

Autopsias.

A el patólogo ya no le molestaba el olor típico de la sala de autopsias, en realidad si le preguntaran por dicho olor él se limitaría a encoger los hombros y preguntar “¿Qué olor?”. Eran ya 20 años en la profesión, y había visto, tocado y olido todo lo que se podía imaginar. La verdad es que su acostumbramiento se había convertido casi en mal gusto. En ocasiones su compañero del turno mañana que llegaba a relevarlo le recriminaba que comiera bocattas mientras realizaba una autopsia, o que pusiera la música rock que le gustaba a un volumen poco decoroso. Solía bromear con los cadáveres que pasaban por su mesa, con un humor negro que rozaba la falta de respeto total por las desgracias ajenas. Él se limitaba a decir que solo trataba de hacer mas llevadera una profesión tan desagradable y penosa, que no carecía de corazón como todos sus compañeros decían. Por eso aquella noche, alrededor de las 3 de la madrugada, un empleado de limpieza se quedo sorprendido al ver al patólogo sentado junto a una mesa, apoyada la cabeza en las palmas de su mano y llorando en silencio. No cesaba de repetir “¿Por qué?...¿por qué?...¿por qué?..”. Al levantar la vista vió sobre la mesa de autopsias a una niña que no debía tener más de cinco años, con una fea linea roja que le cruzaba el cuello completamente y cardenales por todo el cuerpo. El patlogo´nunca podría acostumbrarse a las almas jovenes que abandonan este mundo tan tempranamente.

Mi amiga Ephemeridae.

En los días difíciles, en aquellos días donde me siento solo y un poco triste, suelo recordar a mi amiga Ephemeridae, la mosca. Ese es el problema de tener amistades que solo viven un día, aunque no me arrepiento en absoluto de aquella amistad. La conocí en el mercado de alimentos de mi barrio, precisamente en el puesto de venta de pescado. Ya la primera vez que la vi supe que era diferente, no se como decirlo, quizás la palabra que estoy buscando es “especial”. Trazaba elegantes círculos en el aire sobre una bandeja de salmón rosado, lo cual me dio a entender que tenía buen gusto y que era un ser refinado. Luego sucedio algo que me hizo valorarla aún más, si cabe. Cuando el pescadero se percató de la intromisión de mi amiga en su territorio, sin el mas mínimo escrúpulo y piedad lanzó un trapo sucio para ahuyentarla, que la mosca esquivó con una maniobra tan sutil y elegante que termino ganando por completo mi admiración. Antes de que el insensible comerciante pusiera en grave riesgo la vida de Ephemeridae atrape delicadamente a la mosca entre mis manos haciendo hueco y me la lleve a casa. Una vez allí rebusque en mi nevera algo que pudiera servir a tan ilustre invitada y por fin me decidi por un nada despreciable frasco de caviar de segunda categoria que guardaba para ocasiones especiales. Ella parecio notar que el caviar era de los baratos, pero en otro acto que la enaltecía ante mis ojos se lanzo a comer como si fuera el producto más raro y caro que pudiera exisitir. ¡Qué alma más generosa y humilde! Nos pasamos la tarde conociendonos, yo contandole cosas de mi vida y ella tambien, a su manera. Zumbaba de una forma que yo nunca antes había oído, y eso que si hay algo que un ser humano no puede negar haber visto u oído alguna vez es a no una, sino a cientos de miles de moscas. Pero Ephemeridae era unica desde todos los puntos de vista, como por ejemplo sus alas tan transparentes y delicadas como la seda, o su cuerpecito negro que lanzaba pequeños reflejos violetas, o qué decir de sus multiópticos ojos de decenas de colores moviles y espejados. Le mostre mis cosas preferidas, mis fotos familiares, salimos a pasear como los buenos amigos que eramos, vimos una pelicula juntos y ya tarde nos fuimos a dormir. Yo tuve un hermoso sueño en el que Ephemeridae era mucho más grande que yo así que yo me subía a sus alas y nos ibamos juntos a surcar los cielos como si el mañana no existiera. Al despertarme por la mañana el malestar y la tristeza me inundo por completo, ya que ambos sabíamos que en poco tiempo todo se terminaría. Con el fantasma de su muerte flotando entre nosotros, pasamos las siguientes horas disfrutando de nuestra compañia sin pensar en nada más. En un momento dado de la tarde fui a la cocina a buscar algo de comer a mi amiga, que ya se encontraba algo débil al afrontar los últimos minutos de su vida. Al regresar al salón, Ephemeridae se encontraba en el marco de la ventana, observandome con una mirada triste que solo podía significar un adiós. Ella quería ir a morir a algún lugar sola, quería ahorrarme el sufrimiento de contemplar su agonía, quería que la recordara tal cual era. Y yo lo respetaba. Levanto vuelo con sus últimas fuerzas y nunca más la volví a ver.

Malas noticias.

¡Qué grande fue mi sorpresa al ver mi cuerpo sin vida en mi televisor aquella mañana invernal! En mitad de la tarea de untar con mermelada de fresas mi pan tostado me quedé paralizado al ver las noticias: ¡Se suicida un hombre lanzándose desde un puente al río! Y no es que me haya sorprendido que un hombre acabara con su vida, ya que eso sucede a diario en todas partes y es un hecho completamente normal, como la llegada de las estaciones, los impuestos, las huelgas y los conciertos de despedida de los Rolling Stones. Lo que me había dejado congelado es ver a los buzos sacar mi cadáver del agua y subirlo a un bote. ¡Sí, ese era yo! Estoy seguro de ello. Ese era mi rostro, aunque es verdad que estaba un poco morado e hinchado, pero era inconfundible esa barba de tres días y el pelo blanco enmarañado. ¡Qué diablos! ¡Ese era mi pijama azul de rayas blancas! ¿Cómo pude haberme suicidado tirándome de un puente y no me di cuenta? Y es que la televisión no miente. ¡Nunca! Anunciaron cuando el hombre llegó a la luna, cuando dimitió Nixon, la vacuna contra el SIDA y el matrimonio en secreto de Liz Taylor y su perro, ¡no pueden estar inventándose mi muerte! ¿Y quién soy yo para contradecirles? Tome mi abrigo y mi sombrero del perchero de la entrada de mi casa y salí de inmediato hacía el puente que atraviesa el río a escasos metros de mi casa.
Pero no pude materializar mis intenciones. Cuando estaba ya subido a la barandilla dispuesto a lanzarme al vacío un grupo de paseantes se lanzó sobre mí y me arrastró a lugar seguro. Unos minutos después una ambulancia me llevó a un hospital y cuando confirmaron mi perfecta integridad física me trasladaron a un psiquiátrico alejado de la ciudad ya que mi integridad mental no parecía estar en tan buena forma.
Hoy en día comparto habitación con un pobre hombre que un día cualquiera descubrió que había ganado el premio Nóbel de literatura al ver las noticias de las seis.

Un encierro en Xenón.

Pamplona. 8:00 AM. Encierros de San Fermín. Se abren las puertas de los corrales de Santo Domingo escupiendo a una manada de toros que corren descontrolados por las calles adoquinadas. Miles de personas corren, huyen, trepan y son arrollados en escasos minutos. Cuando la multitud avanza por la calle Estafeta un gran flash de luz enceguece a todos y acto seguido un portal espacio temporal engulle a los 14 toros y a un centenar de mozos en apenas unos segundos.

Planeta Xenón. Primera fase del tercer sol. En un campo de batalla. Quinientos mil xenovianos se preparan para luchar contra los invasores, los arkonianos. Ambos ejércitos se miran con odio de un lado a otro de la tierra de nadie, insultan en su propio idioma a sus oponentes y en algún caso un proyectil atraviesa el espacio y se clava a pocos metros de su objetivo. Sorpresivamente un portal usado comúnmente por Arkón se abre entre ambos bandos y vomita una serie de criaturas desconocidas formando una nube de polvo densa. En cuanto pueden, creen apreciar a poco más de una docena de animales robustos con largos cuernos y a decenas de individuos vestidos de blanco y rojo.

Galaxia de Arkón. Nave nodriza arkoniana. El comandante al mando de las operaciones de apoyo al ejercito en Xenón está a punto de perder el control. Sus tres ojos azules casi se salen de sus orbitas cuando grita a su subalterno encargado de teletransportar a los refuerzos de la infantería arkoniana a el campo de batalla. Un error en las coordenadas ha enviado a diez mil soldados a quién sabe dónde y extraído seres de un lejano planeta llamado tierra para depositarlos en pleno campo de batalla en Xenón.

Verguenza en la arena.

Ya al verlo salir, Paquito alias “El marqués” sabia que ese no era un toro común y corriente. Había algo en su mirada que no le gustaba, no sabía como explicarlo pero parecía como si sus ojos fueran...demasiado humanos. Era un animal enorme, negro como la noche más oscura que pudiera recordar, y con un par de cuernos blancos como la nieve que casi enceguecían con el brillo del sol. Tenía una forma de moverse por la arena que dejaba intuir pensamientos oscuros, premeditación, sangre fría.
El marqués despejó de su cabeza tales ideas y provocó al toro con el capote, adoptando una típica pose de torero que hacía al público delirar. Pero no consiguió nada de la bestia, tan solo quietud y una mirada de desafío que echaba abajo su ánimo. Otro intento y nada. ¿Qué fue eso? ¿El toro le había hablado? No, era imposible. Los nervios lo estaban traicionando. El maldito animal le estaba aguando la fiesta y haciéndole quedar como un principiante… - ¡Ven aquí cobarde! - Dios santo, eso había salido del morro del toro, esta vez sí que estaba seguro. - ¡A que no te acercas a menos de un metro, eres una vergüenza de hombre! – Paquito se estaba volviendo loco, sudaba a mares, el traje de luces nunca le había pesado tanto. El público comenzaba a impacientarse y él no sabía que hacer. - ¿Quieres llorar, cobarde? ¡Venga, hazlo! Nadie te lo echará en cara, no sirves para esto… ¡Admítelo!- El pobre hombre cayó de rodillas sobre la arena y se hizo un hobillo, tomándose de las piernas como un niño que teme a los monstruos de su armario, temblando y llorando. El toro se dio la vuelta y con una de sus patas traseras arrojó polvo sobre la cabeza de El marqués. Los espectadores en las gradas enmudecieron completamente, sin saber si abuchear al torero o aplaudir al animal.

En un dia soleado.

Al principio fue solo un fenómeno restringido a las zonas mas calidas del planeta, como África, Oriente próximo, Centroamérica y algunas zonas de Asia. Los pájaros caían de los árboles casi calcinados, manadas enteras de ñus aparecían muertas en la Sabana con sus cueros prácticamente apergaminados, lagos y ríos enteros se evaporaban a un ritmo apabullante. Luego las poblaciones humanas de niveles mas humildes comenzaron a extinguirse en números que superaban con creces a las guerras, pestes y genocidios raciales. El resto del planeta no parecía alarmarse en gran forma, creíamos que eso nunca nos sucedería a nosotros, que al mundo le venía bien un poco de descompresión demográfica. En tanto que tuviéramos aire acondicionado y piscinas nada podría alterar nuestra preciosa calidad de vida.
Nunca olvidare el día que comprendí que el infierno ya estaba aquí. Estábamos disfrutando con mi familia de un día de campo extremadamente caluroso. Mi esposa y nuestros dos hermosos hijos jugaban con una pelota bajo la sombra de un árbol mientras yo pescaba en el río, a unos cien metros de ellos. Primero fue un pez, luego otro y segundos después decenas de peces asomaban muertos a la superficie, en medio de la hirviente agua del río. Cuando me dí la vuelta para alertar a mi familia, vi como mi hijo menor, de apenas 5 años, corría tras la pelota alejándose de la sombra del árbol donde se encontraban mi esposa y mi otro hijo. Recuerdo que grite con todas mis fuerzas pero parecía no ser suficiente, mi niño llegó al campo abierto bajo el sol asesino e inmediatamente cayo al suelo como fulminado por un rayo. Corrí desesperado junto a él pero ya era tarde. Su pequeño cuerpecito yacía chamuscado como un carbón junto a una masa deforme de plástico que solía ser una pelota.

La novela de las 4.

Cuando asomaron a la superficie las primeras burbujitas Doña Mimí sacó el jarro del fuego y llenó una taza con agua caliente para su té de la tarde. Sumergió una y otra vez el saquito de té como si lo estuviera torturando y luego lo estrujó con una cucharita para sacarle toda su fuerza vital. Luego abrió la alacena para coger sus galletas preferidas, unas de coco y miel con la figura de la Reina de Inglaterra en relieve, y colocó cinco en un platito de porcelana que llevaba en su familia mas de cien años y que solo utilizaba para ese fin. Lleva la taza y las galletas a la sala y las deposita sobre la mesita al lado de su mullido sofá, justo frente a la tele, frente a la novela de las cuatro que estaba por comenzar. Posa su enorme trasero sobre un cojín mártir y se dispone a disfrutar de la tarde, pero un ruido de ladrillos partiéndose la distre un momento. La pared justo detrás del televisor se estaba desquebrajando del centro hacia fuera, como si algo del otro lado empujara ferozmente. Segundos después todo se vino abajo, cuadros imitación Van Gogh y fotos de su boda de hace 50 años incluidos, e hizo su aparición en la sala una especie de minotauro enfurecido blandiendo una maza enorme con la que derribaba todo lo que se pusiera a su alcance. Mimí, que sostenía entre sus manos una tetera exquisita que hacía juego con su platito de las galletas y que rebosaba de agua hirviendo, no lo dudó un segundo y cual lanzador olímpico de balas de cañón arrojó la tetera contra el rostro de la mole con una puntería suprema. El minotauro se llevó las manos al rostro rugiendo de dolor y soltando su arma se dio la vuelta y salió corriendo del lugar. Ella volvió a sentarse cómodamente y cogió una galleta para mojar en el té en tanto que el protagonista de su novela besaba apasionadamente a su amada Eleonor. Doña Mimí soportaba menos la interrupción de su novela de lo que temía a las bestias mitológicas que se colaban en su casa.

El ultimo hombre.

El ultimo hombre sobre la tierra medita sentado al borde de un abismo, escrutando el horizonte donde antes habían ciudades y ahora solo quedan ruinas humeantes. Cree que todo lo que ha perdido, sus amigos, su familia, el placer de usar cualquiera de sus sentidos o hasta incluso el sentir cómo el aire entra en sus pulmones son precios justos que pagar por vivir eternamente. Hace siglos que tomó la decisión de reemplazar todas las partes orgánicas de su cuerpo por otras artificiales, nuevos miembros y órganos que no se echaran a perder con el tiempo y pusieran en peligro su necesidad de ser inmortal. Hasta tuvo que borrar de su mente todos sus recuerdos mas antiguos para que no lo torturaran y volvieran loco. Viviría para siempre, pero todo le seguiría pareciendo nuevo e inexplorado. Estaba solo en este mundo, había sobrevivido a todas las guerras, todos los desastres de la naturaleza, matanzas, hambruna y demás catástrofes pero nada recordaba ni nada echaba de menos.
Hasta que ese día, sentado al borde del abismo, sintió la necesidad de saber qué había mas allá, a donde habían ido a parar todos esos hombres y mujeres que vio morir ante sus ojos a lo largo de los años. ¿ Es que acaso todos vivirían por siempre en otro mundo sin que él llegara a adivinarlo nunca? No, tenía que saberlo.
El ultimo hombre sobre la tierra cogió una piedra y la arrojo al abismo, contó los segundos que tardaba en llegar al suelo y consideró que era suficiente. Entonces, en un movimiento rápido y mecánico se lanzó al vacío al encuentro de la muerte, en busca de horizontes más allá de este mundo.

El devorador de sombras

Han pasado muchos años desde que nuestro querido amigo se convirtió en "eso", desde que todos nosotros vivimos en la oscuridad. Somos sombras proyectadas en la pared, moviéndose temerosamente por los suelos y los techos según el capricho de las velas. Al mínimo rumor desde fuera de la casa todos sabemos qué hacer. Coger a los niños y ancianos e ir lo mas rápido y silenciosamente posible hacia los sótanos, donde él no nos pueda ver. Todavía tenemos marcado en nuestras mentes el recuerdo de cuando cogió desprevenido a uno de los nuestros, un joven de no más de 15 años. Oíamos sus alaridos de terror desde nuestro refugio, llorando amargamente mientras la vida de nuestro compañero era arrancada poco a poco. ¿Cómo pudo nuestro querido amigo transformarse en algo tan horrible, algo que helaría los huesos del propio Satanás en el infierno? Algún día tendremos que enfrentarlo y darle muerte, aunque quizás sea demasiado tarde y nos haya devorado a todos, borrando una a una nuestras sombras sobre la pared.

Cambio de planes

Mahmud subió al autobús atestado de gente en la 48th con Park Avenue, en la hora pico. Molestas gotas de sudor resbalaban por su frente, metiéndose en sus ojos, en su boca. Su sudor sabía a miedo, a amargo arrepentimiento. ¿ Qué demonios hacía ahí, tan lejos de casa, de su querido Bagdad? No podía evitar pensar en Sumaya, su novia, con sus profundos ojos negros y sus labios carnosos. ¿ Qué le había hecho toda esa gente a él? Ese señor obeso de traje y maletín sentado mas adelante, ¿ qué tenía contra él? Nada. ¿Y esa señora anciana de color que teje en el final del autobús? Nada, en absoluto. ¿qué daño habían hecho a Mahmud esa parejita de adolescentes que se reían por lo bajo, tomados de la mano? Lo mismo que el resto, nada tenían contra él, ni siquiera lo habían visto antes en toda su vida.
Vio por la ventana del transporte un puesto callejero de venta de hotdogs, se apresuro a tocar el timbre y bajó a toda velocidad para comprarse un perrito bien grande con todos los condimentos. Ya se quitaría el cinturón de explosivos en los aseos de la estación del tren.

Aqui y alla...

A veces, cuando estoy en la fila del banco o esperando en la antesala del dentista, me gusta imaginar que soy un valiente soldado norteamericano combatiendo en Europa contra los nazis. Mientras estoy sentado en mi comodo sofa mirando la television, mi mente divaga por las caoticas playas de Normandia, con el agua hasta las axilas procurando que mi arma no se moje y esquivando las balas del enemigo. O cuando camino por las grandes avenidas de New York junto con una chica guapa, mirando escaparates de tiendas, casi me parece sentir mis pies congelados de estar tanto tiempo en una humeda trinchera en el nevado bosque de las Ardenas. Sí, un valiente y heroico soldado, pasando penurias de todo tipo para defender la libertad en el mundo y luchando contra el mal personificado en los paises del eje, eso mismo me gusta imaginar que soy. Pero a veces, cuando registrando una granja abandonada de cualquier pueblecito frances encontramos mi patrulla y yo una familia entera masacrada, no puedo evitar recordar que no soy más que un asustado joven al que le gusta imaginar que es un señor esperando en la fila del banco, que lee una revista de moda en la antesala del dentista o que camina junto a una chica guapa por las grandes avenidas de New York.

Dejar partir

La madre coje una de las manos de su hijo comatoso y la observa con cariño. Unas manos suaves, cuidadas, con sus uñas perfectamente cortadas para que no se haga daño mientras duerme. Acaricia su pelo corto, que ella misma arregla cada 15 dias, para que su hombrecito no pase calor tantas horas pegado a la cama. Desliza sus manos por sus mejillas delicadas, afeitadeas una y otra vez, dia si dia no, desde hace 10 años. Esa mirada, vacia e inexpresiva que le devuelve su hijo, esos labios que no sonrien ni se fruncen ni resoplan pase lo que pase, diga lo que diga. Y eso que su madre dice muchas cosas, las noticias del dia, fragmentos de libros, sucesos del barrio, palabras de amor maternal. Nada, nada queda de su pequeño, tantos años despues. ¿Realmente ese es su hijo? ¿O tan solo el envase deteriorado que el estado vegetal ayuda a marchitar año tras año?
La madre coje una almohada y la coloca sobre el rostro de su muchacho, luego agarra su cabeza inerte y la apreta contra su pecho, con fuerza y mucho amor, rogando a dios que todo pase rapido, que los estertores cesen de una vez. Un sacudón, otro más, y se acaba. Nunca unas lagrimas le habian quemado tanto sus mejillas.

Baron de Batz

París, 21 de enero de 1793. Miles de parisinos se agolpan alrededor del cadalso donde Luis Capeto, mejor conocido como Luis XVI, sera guillotinado. El pueblo ruge pidiendo su cabeza, despues de años de sufrimiento, hambruna y humillacion. El verdugo golpea el suelo con sus pesados pies, buscando disipar el frio que poco a poco invade su cuerpo. Todos quieren terminar rápido con la ejecucion, los espectadores por ansiedad de ver sangre real derramada, los funcionarios de la revolución para continuar con sus propios asuntos y dar vuelta de pagina a una etapa terminada. Luis XVI mira al suelo, sus pies roñosos y entumecidos. No se atreve a mirar a los cientos de rostros pendientes de él, ¿Cómo estará su pobre y amada Maria Antonieta, sola en un calabozo oscuro y humedo?. Un tumulto hace que se abra un camino entre los asistentes frente a la plataforma, un hombre elegantemente vestido surge corriendo de la nada y de un agil salto sube al cadalso espada en mano y proclama con toda la fuerza de sus pulmones: "¡ A mi los amigos del rey!". Segundos interminables de silencio y estupor siguen a sus palabras de revelion. "¡A mi los amigos!" repite en vano. Dado que soldado que huye sirve para otra batalla, el hombre misterioso salta de nuevo a tierra y se pierde entre el gentio, ochenta mil parisinos harapientos estupefactos que no reaccionan a tiempo para deterner al partidario del rey.
Ese mismo dia, el gobierno revolucionario anuncia que Jean Pierre, Baron de Batz, es el enemigo numero uno de la Republica francesa.