viernes, 24 de septiembre de 2010

Cosas que a lo mejor pueden encontrar los 33 mineros chilenos atrapados a 700 metros de profundidad. Opcion Tres.

Se encontraba Raul caminando por los túneles sin más que hacer que pensar en todo lo que haría cuando saliera de allí en unos meses, cuando al doblar en una esquina casi choca con otro minero que se hallaba de pie contemplando la pared de roca.
.- ¿Qué demonios haces Miguel? Observas la pared como un idiota...
.- Mira eso - respondió Miguel señalando algún punto indeterminado frente a él. - Se filtra luz por ese agujero que he hecho con el dedo.
.- ¿Eh, dónde?- preguntó Raul al tiempo que escrutaba la oscuridad más por compromiso que por esperar realmente que saliera luz por un agujerito en una pared de roca en un túnel a 700 metros de profundidad. Su compañero se puso tan impaciente que agarro la cabeza de Raul con ambas manos, como si cojiera un balón al que quisiera patear lejos, y le acerco los ojos a escasos centimetros del supuesto agujero. Y sí, efectivamente salía una tenue luz a interbalos irregulares, además de una suave corriente de aire que al minero le recordaba los veranos que pasaba en Valparaíso.
Al parecer Miguel deambulaba sin propósito aparente por los túneles, deporte que se había hecho muy popular entre los mineros, cuando le pareció oír un rumor de olas detrás de una de las paredes. Apoyo su oreja contra la roca húmeda y fría y esa impresión se acentuó más aún. Pero como el ser humano necesita ver para creer y tocar para tener una segunda opinión, Miguel comenzó a hurgar con el dedo y ante su sorpresa éste se hundió completamente sin resistencia. Y en eso estaba cuando llego su compañero, el cual no conforme con lo hecho hasta el momento por Miguel comenzo a su vez a agrandar el pequeño agujero primero con un dedo, luego con dos y cuando ya pensaba usar las dos manos todo un fragmento de pared se desplomó por completo frente a ellos.
Una vez disipado el polvo, ambos mineros no daban credito a sus ojos porque lo que contemplaban desafiaba cualquier lógica posible. Era una caverna inmensa que contenía un océano sin fin aparente, una masa de aguas revueltas que iban a romper en unas playas de arenas blancas. Un cúmulo de nubes no dejaba ver el techo y detrás de ellas brillaba una luz de origen desconocido. De entre un bosque de hongos gigantes salieron tres hombres arrastrando una precaria balsa que colocaron cerca de la orilla. El profesor Lidenbrock, su sobrino Axel y su guia Hans subieron a la barca y se hicieron a la mar, esperando continuar sin más obstáculos su viaje al centro de la tierra.

2 comentarios:

  1. Muy buena tu obra Carlos!
    seguire leyendo!
    saludos
    Gaston

    ResponderEliminar
  2. Gracias Gaston! En breve anunciare la presentacion de mi novela Domingus! Recomienda este blog a tus amigos! Saludos!

    ResponderEliminar